Treinta añitos ya, ¡Qué ilusión! Un sinfín de experiencias, buenas y malas, pero qué narices, vividas, al fin y al cabo. Un torrente de anécdotas, muchas de ellas bajo los blancos techos de estas oficinas, o si lo prefieres, bajo los anaranjados aposentos de nuestro querido director, que con tanto cariño nos presta su salita de estar cada tarde para aquello de las tertulias de sobremesa y demás cotilleos al aroma de un cafetito recién preparado. Cuántas tramas urdidas con feliz desenlace y por supuesto, aunque las menos, cuántas ilusiones rotas. Recuerdo una en concreto que nos partió el corazón a los que participábamos de esa complicidad y que te sonará cercana: la famosa llegada del nuevo. Esa imagen del futuro compañero alto, guapo, fuerte, y sobre todo, RUBIO nos sacudía incesante impidiendo la debida y requerida concentración en las tareas laborales desde el mismo momento en que nos enteramos de la noticia.
La anticipación fue desesperante hasta el punto de engrandecerlo aún más si cabe con el consiguiente añadido de la demora en su aparición semana tras semana. Pero lo bueno se hacía esperar, y alimentaba esos deseos impuros de provocación y coqueteo que considerábamos unánimemente (consensuado tras la memorable comida de empresa en celebración de la navidad) dedicados en exclusiva para tu persona.
Por fin llegó el día, nuestra puntualísima reunión de Área de las 09,00 del lunes 18 de Febrero. Esa iba a ser la presentación oficial del afortunado que compartiera tu vida de aquí a la eternidad, pero todo se quedó en desencanto. Tu cara no reflejaba esa expresión de admiración e incluso ligera timidez ante los atractivos desprendidos por el nuevo caballero. Por supuesto, sin menospreciar en ningún caso, todas las cualidades y atributos del implicado, me di cuenta, una vez más, de que las cuestiones amorosas son sólo asunto del afectado en cuestión y que, por mucho que la gente haga o deshaga, invente, imagine, planifique o hasta celestine, no se trata más que otro de los muchos ideales desmitificados que sirven para pasar un rato más que agradable con la gente que te aprecia, compartiendo verdaderas carcajadas y engordando, por tanto, el gran saco de las vivencias inolvidables. Estoy segura de que en esta larga temporada malagueña aumentará al menos unos gramitos tu mochila personal.
Un besazo enorme y muchas felicidades,
Lore.
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